Duncan Hills Coffee

A veces creo que tengo complejo de Dale Cooper.

Honorables y felices menesteres, que por no venir a cuento no pronunciaré hoy por aquí, me llevaron ayer tarde a tomarme un café en un conocido chiringuito motrileño cuyo nombre omitiré.
Atrás quedaron las 'mariconadas' y los golpes de pecho, y lejos de los bombones y los carajillos hace ya tiempo que solo pido un simple café con leche. Sin hielo, a pesar de la calor y aunque la gente se espante, porque admito un café frío pero no aguado.

Así, tras el primer sorbo, un pensamiento como acto reflejo surgió en mi cabeza: 'nota mental, aquí sirven un gran café'. En ese momento me acordé de Diane y pensé en coger mi móvil imitando al agente del FBI en aquel misterioso pueblo. Comprendí, sin embargo, rápidamente que mi acción no habría sido entendida por quienes me acompañaban en la mesa. Por eso vengo hoy aquí, a mi Diane personal, a contaros la batallita.

No obstante, mi intención era, más bien, contaros el pensamiento subsiguiente que siguió al pensamiento reflejo. Y es que, aunque suelo prestar cierta atención al sabor del café de cada sitio, el hecho de que me impactara tanto solo puede atender a una razón: creo que llevo demasiado tiempo sufriendo el café de la facultad.

Dethklok "Duncan Hills Coffee"

Dicho esto aprovecho la ocasión para dejaros una pizca de una serie a la que me enganché hace poco y cuyo calificativo solo puede ser el de 'brutal!'.