Agonía

Ella le pidió aquel último favor. Atrás habían quedado las noches de alcoba, los te quieros cada mañana al alba, los besos a media luz. Atrás quedaron dando paso a las lágrimas, a las agónicas tardes de dolor, a la noches en vela sin poder dormir. Y entre tanto ella se lo pidió. Fueron las últimas palabras que le dirigió. No fue un te echaré de menos, ni siquiera un frío adiós. Fue aquel simple deseo, aquellas sencillas palabras que le martilleaban constantemente en la sien, que retumbaban incesantemente en sus oídos.

Era un acto sencillo, pero se necesitaba un infinito valor para llevarlo a cabo. Valor que se ahogaba en lágrimas cada vez que lo intentaba buscar frente al espejo, valor que parecía esconderse en cada rincón, en cada oscura esquina de su alma. Pero él le juró lealtad eterna; era su deseo y él no podía fallarle ahora.

Fue por eso, por lealtad, por amor, por lo que llegó temprano aquella fría mañana. Entró en silencio cuando apenas aún funcionaba el servicio, cuando los 'responsables' aún no habían ocupado su puesto de trabajo. Y se fue de la misma forma que había llegado, en silencio. En silencio y con celeridad salió por la puerta principal de aquel edificio en el mismo momento en el que aquella línea de color verde se hiciese para siempre recta.

Minutos mas tarde se encontraba en la misma barandilla de aquel puente donde, tiempo atrás, juntos habían soñado con poder volar. Y fue allí, donde en la persecución de un sueño pudo cumplir aquel otro sueño, y por fin, por primera y última vez, voló.